Momento de cambios en este blog. Y en mi surfing. Y en mis prioridades vitales. Dejadme explicar primero lo menos importante.
Momento de cambios en este blog. Y en mi surfing. Y en mis prioridades vitales. Dejadme explicar primero lo menos importante.
Una entradita más de esta serie dedicada al arte de (intentar) surfear con tablas clásicas con una sola quilla. Se viene una cuarta (y posiblemente última) entrada, que dedicaré básicamente a desglosar los distintos tipos de retro singlefins que hay, con el objetivo de orientar hacia la compra y surfing de cada uno de ellos.
Hoy es 21 de noviembre. De 2020, aún. Maldición. Pero no todo, no absolutamente todo está siendo tan malo este año. Por ejemplo, las olas. Hoy se ha surfeado: olitas de medio cuerpo a tres cuartos, glassy, abriendo perfectas a izquierdas, con potencia y con un ligerísimo viento offshore. Contando este, es el cuarto swell en cinco semanas: en el Mediterráneo eso es un lujazo. Incluso si las olas no siempre han sido tan buenas como hoy.
Nunca deja de sorprenderme que tantos y tantos temporales que me han deparado horas de intensa felicidad con buenas olas y amigos también hayan deparado tanta tristeza, miseria y dolor no muy lejos de donde yo estaba. Este es el caso de Gloria, el último episodio que ha azotado la costa mediterránea, y que al final ha sido un poco más apocalíptico de lo que yo mismo pensaba. (Foto: Francesc Montoro)
El Chico de la Tabla Amarilla ha vuelto hoy al mar, tras nueve largos meses en dique seco. Ha vuelto con cierto temor – tampoco miedo: quizás respeto – no tanto al mar, que estaba revuelto y feote, pero tampoco excesivamente grande, como a las sensaciones de su tobillo, convaleciente aún de su fractura.
Dejadme ser sincero: como skater, apesto. Soy malísimo, sea cual sea el criterio por el que se me juzgue. Ni como patinador, ni como supporter de la escena local, ni como nada. Además empecé tarde y mal, y en una época en que no había tutoriales y youtubers de todo lo que a uno se le pueda imaginar.
Técnicamente jamás he pasado del ollie (eso sí, reconozco que bastante majo) y UN kickflip. Digo UNO porque fue eso, una sola vez, y nunca he podido repetirlo. Ahí está el nivel. En rampa, eso sí, le metí bastante caña, y he practicado bastantes tipos de grindada en los distintos copings de half-pipes, quarters y pools (mi tipo de skate preferido). Siempre de backside, porque de frontside me cuesta la vida, al revés que en surf, donde no tengo preferencia.
Porque el tiempo pasa y a veces no nos damos cuenta de que nos pasa, y nos dejamos ganar por inercias, y nos olvidamos de escribir, he decidido dar cuenta de varias cosillas que tengo en mente. Este no es un post como los de siempre, pero al menos es un post.
Tras un verano largo, muy largo, extenuantemente largo, parece que por fin se acerca la temporada de surf en este rincón del planeta. ¿Cómo será? Mediocre, como siempre. ¿Siempre? Bueno, no. Según gente que sabe de estos temas, hay un patrón que nos permite decir si una temporada en el Medi será mediocre, buena o rematadamente mala.
No sé si expliqué en este blog que en una de las últimas sesiones con tamaño colaboré en un cortometraje. Bueno, colaboramos, Cheesecake y yo. Salimos de extras, aunque Cheesecake tiene más tiempo en pantalla.
Aunque en este blog soy bastante dado a mitificar a gañanes problemáticos y chungos, como el amigo Mike Hynson, hoy quiero hablar de un tipo que es sinónimo de leyenda y que muchos, incluso, siguen considerando como el mejor surfista de todos los tiempos. No sé si se puede establecer un ranking de surfistas (tiendo a pensar que a los niveles en que se mueven estos tipos es más bien imposible) pero si lo hubiera, Gerry Lopez sería un buen candidato a lo más alto de ese podio.