Un cacho de palo y cuatro ruedas

Dejadme ser sincero: como skater, apesto. Soy malísimo, sea cual sea el criterio por el que se me juzgue. Ni como patinador, ni como supporter de la escena local, ni como nada. Además empecé tarde y mal, y en una época en que no había tutoriales y youtubers de todo lo que a uno se le pueda imaginar.

Técnicamente jamás he pasado del ollie (eso sí, reconozco que bastante majo) y UN kickflip. Digo UNO porque fue eso, una sola vez, y nunca he podido repetirlo. Ahí está el nivel. En rampa, eso sí, le metí bastante caña, y he practicado bastantes tipos de grindada en los distintos copings de half-pipes, quarters y pools (mi tipo de skate preferido). Siempre de backside, porque de frontside me cuesta la vida, al revés que en surf, donde no tengo preferencia.

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Como supporter, siempre he estado lo más lejos posible de lo que se llevaba en Barcelona, Meca y Oriente del skate en Europa. Cuando la moda eran las tablas de 7,25 y las ruedecillas de 49 mm, yo iba con mi tabla oldschool de 8,65 y ruedacas de 62 mm; como en Barcelona no había, pillé madera y ejes (unos Gullwing míticos) por Internet, en Estados Unidos. Recuerdo la jeta que se les quedó a los de Free (una mítica skateshop barcelonesa, no sé si hoy desaparecida: así de desconectado voy) cuando llegué con aquella maderaca, una Beer City modelo D.R.I., y les pedí lija. Lo fliparon tanto que me la pusieron ellos y encima gratis, aunque no había comprado nada.

Tampoco fui un buen cliente de las tiendas. Habia poca pasta para el vicio, así que las zapas las sacaba por 15 euros (y a veces se expropiaban) de multinacionales de dueños-explotadores gallegos. Solo una vez compré unas pro-model en Sants a un patinador, Iannucci, creo que se llamaba. Esas Nike me duraron medio año (las hice durar eso, porque eran lo mejor que he tenido entre los pies y la madera). Siempre patiné con pantalones militares o Dickies muy viejos y camisetas aún más viejas o regaladas. No dejé mucho dinero en la industria. Sigo sin hacerlo. Que se lo deje la industria en mí. O que pase de mí, casi mejor.

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Con Mireia y Rubén, patinando cerca del Fòrum, hace como 10 años.

El skate ha sido, en mi caso, un amor tardío, y sobre todo una puerta de entrada a un universo que realmente me apasionó, el surf. Pero eso no significa que no me guste, de vez en cuando, montarme sobre mi madera (ahora llevo una Beer City casi idéntica a aquella D.R.I., con los mismos ejes) y hacer un poco el monguer. Porque es cierto que ayuda a pasar el mono de olas, algo de lo que en el Medi vamos sobrados, pero también que el skate es mucho más. Muchísimo más.

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Dani, una amistad gigantesca que empezó sobre el patín.

No sé muy bien cómo ni por qué, pero el skate atrae a la gente más rara, en todos los sentidos posibles, que te puedes encontrar. Y es el tipo de gente que te expande tus horizontes, te saca de tu zona de comodidad, te hace pensar y mirar de otra manera. Esto no lo tiene el surf. Lo siento. El surf es burgués: el skate es proletario. He visto skaters de todas las razas, procedencias y entornos, pero raro es el surfista que haya conocido que no fuera blanco y de clase media.

Patinando conocí gente de toda Europa, este y oeste; conocí a un tipo que había perdido a su familia en un bombardeo en Sarajevo; conocí a un búlgaro que patinaba como los dioses pero se resistía con uñas y dientes a que lo esponsorizaran; conocí a niños de 11 años con mentes de 30 y a tipos de 50 con mentes de 15; conocí a buscavidas profesionales, a ladrones vocacionales, a tías que van a patinar 30 veces mejor que tú en toda tu vida, machirulito; conocí a un punki que patinaba con Doctor Martens y ahora es una estrella del trap; conocí a algunos de mis mejores amigos de hoy en día.

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Una de las manis contra los espigones en Barcelona. Soy el que sujeta un longskate con llamas, a la derecha.

Conocí verdaderamente Barcelona, y me enamoré de ella.

Conocí mi aguante, y resultó ser mayor del que creía; comprendí que la gracia era volver a levantarse, y a veces, la gracia era caerse. Me rompí costillas, gemelos, tobillos, la cara. En el viejo skatepark de la Marbella, ya desaparecido, cuando alguien se metía un TOÑAZO de los buenos, otro trazaba su silueta con rotulador grueso, como en las pelis de asesinatos. Yo tuve un par de siluetas.

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En un concurso gané una Powell-Peralta Ollie Gelfand pero nunca me acabó de gustar. La patina Dani, a quien le encanta.

Nunca he sido, patinando, ni la décima parte de bueno que surfeando, y tampoco es que en el surfing haya sido nada increíble. Lo justito para no hacer el ridículo, y a veces tener un destello de flow o elegancia. En skate, ni eso. Pero ¡el placer! El notar la vibración de la madera bajo tus pies, ver cómo la ciudad va pasando ante ti, saber que esos minutos son tuyos, una íntima comunión con asfalto y arquitectura, con espacios urbanos que nunca fueron diseñados para eso pero que tú recuperas y haces tuyos, los haces de todos, los desacralizas. Se me va la pinza.

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Con Fran, patinando la bowl de Sitges, hace ya unos cuantos años.

Que quería decir que siempre he sido mal skater. Pero pese a ello, es un placer culpable al que no pienso renunciar. Y ahora que escribo ficción nuevamente; ahora que vuelvo a conectar con Barcelona, ahora, digo, veo lo importante que ha sido para mí todo el tiempo que pasé rodando por la ciudad, montado sobre un cacho de palo con cuatro ruedas, con los ojos muy, muy abiertos a la aventura cotidiana.

User comments

Publicado por

taodelsurfing

Traductor. Escritor. Surfista cuando puedo. Loco por el cine, la ciencia ficción, las ballenas, las tablas setenteras, el Rock'n'Roll y el curry (no por ese orden).

4 comentarios en «Un cacho de palo y cuatro ruedas»

  1. Seguro que no eras tan malo como dices. Con mantenerte encima a mi ya me parece una auténtica proeza. ¿De verdad que la peña marcaba la silueta de los que se toñaban?jajaja! Lástima que no haya documentos gráficos. Como siempre, te felicito. Tu prosa toca el alma.

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    1. No era tan malo como digo… era peor. Pero voluntarioso. Sí, marcábamos la silueta de cada toñazo, era una cuestión de orgullo de los locals de aquel Skatepark tan vilipendiado como añorado… ¡Gracias por el cumplido!

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  2. «El surf es burgués: el skate es proletario. He visto skaters de todas las razas, procedencias y entornos, pero raro es el surfista que haya conocido que no fuera blanco y de clase media»

    comparto todo ,asi es , a titulo personal siempre me he sentido un punky surfeando entre «borjamaris» .

    me he leido el post con mucho gusto chapo!!!!

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