Tras un verano largo, muy largo, extenuantemente largo, parece que por fin se acerca la temporada de surf en este rincón del planeta. ¿Cómo será? Mediocre, como siempre. ¿Siempre? Bueno, no. Según gente que sabe de estos temas, hay un patrón que nos permite decir si una temporada en el Medi será mediocre, buena o rematadamente mala.
Resulta que las temporadas en este gran lago están directamente relacionadas con fenómenos atmosféricos de calado mundial, conocidos como El Niño y La Niña. Dejando de lado que nuestras costas están pésimamente situadas para el surf (en un mar interior, y encaradas a Levante: justo lo opuesto de los buenos spots) lo cierto es que, si ya es un milagro que tengamos temporada de olas, más milagroso aún es que el Gran Lago note las sacudidas térmicas de los océanos y, en cierta manera, se haga eco de ellas.
Esta foto, creo, marca el inicio de esta temporada. La tomé la semana pasada en uno de mis spots preferidos a las 8 de la mañana.
El Niño es un fenómeno meteorológico cíclico que se descubrió a finales del siglo XIX pero que se comenzó a relacionar con la llamada “Oscilación del Sur” hacia 1970. Básicamente, y con un ciclo un tento errático (que va de tres a siete años, aunque con una moda de cuatro) las aguas superficiales del Pacífico Oriental Ecuatorial se calientan.
La imagen habla por sí sola: calentamiento y enfriamiento del Pacífico Oriental Tropical.
Esto, a su vez, produce un debilitamiento repentino de las corrientes de vientos del este (los famosos Trade winds o Alisios, que contribuyeron al expansionismo colonialista europeo) que, dada la concatenación de elementos que conforma la atmósfera, suele acabar facilitando fenómenos violentos como ciclones, huracanes y tormentas tropicales (entre otros muchísimos efectos). A la fase de enfriamiento de estas aguas se la denomina La Niña.
El comercio triangular de esclavos, facilitado por los alisios. En lugares como Benín aún lo recuerdan perfectamente.
Pues bien, la cuestión, según los que me lo intentaron explicar (porque yo soy un poco corto en algunos temas, incluso esforzándome) es que, en año de El Niño, suele haber muy buenas olas en spots oceánicos clásicos, mientras que en año de La Niña, el Mediterráneo suele dar más y mejores sesiones. Siguiendo este patrón, hace dos años tuvimos año de La Niña y, efectivamente, el Medi ofreció una temporada llena de buenas olas, casi a temporal por semana. Esto ocurría tras una temporada casi de secano que se correspondía con un año de El Niño.
La amiga Cris Jiménez pasándoselo pipa en un cuartito mediterráneo, hace unos días. Foto: David Porras
Y aquí viene lo interesante: suponiendo un ciclo de 4 años (no tiene por qué ser así, ojo: solo es lo más frecuente), este sería el segundo año sin ninguno de ambos fenómenos, es decir, el segundo año mediocre. Tras esta temporada debería venir una temporada mala (El Niño) y por ello debemos esperar dos años hasta tener una temporada de La Niña que nos dé olas de las buenas.
Yo no sé si esto será así realmente. Si de por sí la meteorología es una ciencia conocida por su inexactitud, y el Mediterráneo, un mar famoso por ser caprichoso y temperamental, es obvio que no pondría una mano en el fuego por esta teoría. Pero oye, sirve para llenar unas líneas, para reavivar este blog que estaba comatoso y para ilusionarse un poco con todo esto de que, por fin, comienza la temporada.
A Teo todo esto de El Niño y La Niña se la trae al pairo. Cuando arruga, se mete, y ya está.
Al menos hasta enero. Un día de estos hablamos de las Minves de Gener.