I’M BACK, BITCHES

El Chico de la Tabla Amarilla ha vuelto hoy al mar, tras nueve largos meses en dique seco. Ha vuelto con cierto temor – tampoco miedo: quizás respeto – no tanto al mar, que estaba revuelto y feote, pero tampoco excesivamente grande, como a las sensaciones de su tobillo, convaleciente aún de su fractura.

Como la cosa está como está, el Chico de la Tabla Amarilla ha decidido no ir a por las series grandes y quedarse un poco aparte, aprovechando las series intermedias, por si acaso el tobillo, o lo que sea. También le preocupaba que, con las prisas, creía haber cogido la tabla errónea para el día, la Stinger, que tiene mucho volumen y que seguramente no hubiera conseguido pasar al pico. Pero no: el descuido y el destino se aliaron y cuando por fin se decidió a entrar allí estaba su tablita amarilla querida, Cheesecake, qué bonito. Lo ha tomado como un buen augurio.

Tampoco estaba muy seguro, el Chico de la Tabla Amarilla, de su forma física, pese a que los últimos dos meses le ha estado dando duro en el gym en previsión de este día. No debería haberse preocupado: el cuerpo aguantó, el tobillo aguantó, la tabla amarilla aguantó y gozó como un enano.

Ahora tiene mucho en qué pensar: cómo y dónde dejar la tabla, y qué tabla, además; qué pasará con el coche, y con el neopreno, que no veas cómo incordia y tenemos poco espacio. Qué preocupaciones más tontas, piensa el Chico de la Tabla Amarilla, con una enorme sonrisa en la cara.