Se acerca ya el verano. La temporada “buena” de surf ha llegado a su fin. Sin ir más lejos, la mejor olita que he pillado hoy apenas me llegaba a la cintura. Pero, por suerte y por desgracia a la vez, incluso en verano habrá días con olitas, y con ellos llegará el debate de siempre. Que si los socorristas no nos dejan, que si los bañistas se quejan, que si nos invaden. Porque ese es el sentimiento de los surfistas mediterráneos en verano: que nos invaden. Invaden nuestro campo de juego.
Analicemos un poco esta sensación, porque creo que se puede sacar bastante de ella.
Típica sesión invernal en muchos lugares de Catalunya: dos personas en el agua, soul surfing y mucha diversión. Foto: Cristina J.
Lo cierto es que 10 meses al año, la playa la disfrutamos casi en solitario. La conocemos bien. La surfeamos en días pequeños, medianos y a veces, hasta en días grandes. La sentimos nuestra. La conocemos con el agua limpia (en algunos lugares, cristalina) y la arena inmaculada o, como mucho, con los restos de algas y madera que ha traído la resaca.
Pero llega julio y de repente notamos una invasión. Masas de bañistas que ensucian la arena; motos acuáticas y otros inventos similares que llenan el agua de aceite, gasolina y ruido. Gente que no conoce, en realidad, el mar o la playa como nosotros: bañistas a los que más de una vez hemos tenido que sacar del agua por meterse en una corriente; empresarios de verano a los que solo les importa exprimir al máximo dos meses de contratos eventuales y pagarse el chaletito, aun a costa de dejar la playa hecha una mierda. Chiringuitos.
Socorristas en la Costa Daurada. Foto: Maru Ares
Todo eso es cierto. Y luego, para peor, la temida figura del socorrista, al que muchas veces vemos como ese adolescente argentino más interesado en broncearse y hablar con las chicas que en hacer un trabajo como debe ser. Y todo esto es verdad, y todo esto es mentira. Nada es exactamente como nuestra percepción nos dice que es.
Para empezar, el bañista. Sí, es cierto que la mayor afluencia de gente a la playa la ensucia. Es inevitable. Y es cierto que hay auténticos guarros que mejor harían revolcándose en lodo que bañándose en el mar. Pero también hay mucha gente de ingresos modestos, cuyas únicas vacaciones, ganadas con sangre y sudor, consisten en unos días relajantes en el mar con los suyos. Y tienen derecho, cojones. Se lo han ganado. Tienen tanto derecho como nosotros. Y no es culpa suya no conocer las corrientes, ignorar la fuerza del oleaje. Quizás deberíamos dar la vuelta a ese pensamiento y ser conscientes del privilegio que supone, para nosotros, poder surfear y hacerlo todo el año.
Cuando el surf de invierno es realmente surf de invierno.
Con respecto a las motos de agua, los barcos que arrastran bananas flotantes, los chiringuitos y demás lindezas… no se puede luchar contra eso. Lo siento, hermano/a. En un mundo ideal no existirían, pero el mundo ideal se llama anarquía y es un ideal perfecto, una idea utópica que debe servirnos de guía y ya. En nuestro mundo manda Don Dinero, y el estado ha otorgado unas licencias (costosas) a esta gente para explotar su negocio. Te pongas como te pongas, tienes todas las de perder.
El tema que cierra el círculo son los socorristas. Yo también los veía como el tópico que he mencionado antes. Yo también pensaba “hostia, que no haya una desgracia que si depende de estos, mal vamos”. Pero oye, comencé a hablar con ellos y he de decir que la mayoría son muy buenos en su trabajo. Muchos de ellos también surfean, y si dialogas con ellos, es muy posible que te dejen entrar al agua, ni que sea en la zona de embarcaciones (donde, además, suele haber una rompiente). Algunos socorristas incluso me han llegado a decir que les gusta que haya surfistas, porque podemos ayudar si hay problemas, llegando a la víctima mucho antes y manteniéndola a flote hasta que llegan ellos. O sea, que el estereotipo, a la mierda, compadre.
Mi prima Maru, surfista y scorrista, hace años en Vilanova.
Pero ¿y si no? ¿Y si te toca un socorrista inflexible, o sencillamente borde? Oye, tú haz lo que quieras, pero yo lo tengo muy claro: me he pillado un bugui para pillar olitas este verano, que a esos no los sacan. Es más barato y más divertido que pasarte la mañana encabronado con el tipo. Y además, si quieres encabronarte, porque sí, porque es lo tuyo, mira el precio de las zonas azules entre julio y agosto, y encabronarte te saldrá gratis… o, más bien, no.
Que nadie espere que yo haga nada ni remotamente parecido a esto. Fotón de Rafa Benjie
Primo que bien se siente leerte en este espacio, donde poder expresarnos en el ámbito que nos rodea cerca del mar y la playa, el mundo entero nos clasifica a los surfistas y socorristas como bichos raros, vagos y mas de una vez eternos adolescentes.
Lejos estamos de ser comprendidos, quien ama el mar no tiene salida en otro lugar. Ya te contaré sobre mi alejamiento a la profesión como guardavidas y como el surf quedo solo para las vacaciones de verano.
Te agradezco por postear mis fotos en este blog, me traen muy buenos recuerdos vividos, Los guardo en mi corazón y agradezco a la vida haber tenido tantos rescates y disfrutado del mar mediterraneo. Un abrazo. Maru
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¡Encantado, Maru! ¡Un besote!
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