OK, Boomer

La respuesta alcanzó a mi colega, llamémoslo Héctor, como una patada en la espinilla con calzado de protección industrial. Héctor tiene tres o cuatro años menos que yo. Es un orgulloso miembro de la Generación X. De boomer, nada. Es más: si alguien se ha pasado la vida criticando a la generación baby boomer es justamente él.

Al menos no vamos por ahí gritando «Hope I die before I get old». En eso superamos a los boomers.

Héctor cumplió, en su día, todos y cada uno de los ritos de paso de su generación: fue grunge, estuvo enamorado de Winona Ryder, participó del trauma colectivo del suicidio de Kurt Cobain; leyó a Douglas Coupland, a David Foster Wallace y Bret Easton Ellis; se tragó la trilogía entera de Antes del amanecer/atardecer/medianoche de Linklater e incluso escribió un guion decididamente existencialista (en su Moleskine, of course) para un corto que nunca llegó a filmar. Mi colega Héctor, en su día, consideró que yo había sido muy blando en mi artículo acerca de la rabia de pertenecer a nuestra Generación X. Muy blando para con los boomers, claro.

Winona: con Matt Dillon, Julie Delpy y River Phoenix, los ángeles de la Generación X.

Y ahora lo llamaban boomer. A él.

¿Cuál ha sido mi error?, me preguntaba. Y yo debería haberle dicho: ponerte a discutir con un millennial. Quien se acuesta con niños, y todo eso. Pero había más. Así que lee esto, Héctor.

Tu fallo ha sido hacerte viejo. ¿No lo veías venir? Para alguien que presume de ser fan del cine de Linklater, has tardado en pillarlo. Tu trilogía favorita va exactamente de eso: de cómo envejecemos, como generación, los Xers. Si quieres una versión resumida y concentrada, la tienes en Boyhood. También te digo una cosa: no ha habido mejor momento en la historia para hacerse viejo.

Piensa en las generaciones anteriores a los boomers: piensa en cómo a los 20 años estaban ya casados y preñados. Piensa qué futuro tenían: si era bueno, era trabajar en la misma mierda día tras día hasta el día en que se jubilaban con un reloj grabado como regalo de sus compañeros. Y luego, a pasar el resto de sus días en viajes a Benidorm con el Imserso. Eso, repito, si tenían buena suerte; que muchos y muchas pertenecientes a esas generaciones palmaban de enfermedades, de parto, de accidentes laborales evitables, de disentería por pobreza o de mil causas más, y ni se olían qué era eso de ser viejo.

Ritos de paso: antaño como aventura; hoy, como nostalgia. Karl Marx tenía razón: la historia, cuando se repite, lo hace como farsa.

Y te diré una cosa más: ¿sabes de quién ha sido el mérito de que hoy en día los viejos ya no tengan que vestir de negro, marchitarse largas horas en el parque y acabar en el hospital tratados como si fueran deficientes mentales por el personal sanitario? Pues de los boomers. Así que tal vez, solo tal vez, lo de «OK, boomer» no deberías tomártelo como un insulto. Digo yo.

Ahora en serio: si no has llorado con la última, tampoco eres de la Generación X. O humano, yo qué sé.

Pero sí, tu fallo ha sido envejecer. Tu fallo y el mío. Pero es un fallo que cometemos todos, al menos, los supervivientes. Pero tranquilo: pronto llegarán los chistes de millennials contados por las generaciones posteriores. Esa será tu venganza, Héctor. Mientras tanto, relájate, coño. Ponte algo de Alice in Chains, hazte una paja con una foto de Julie Delpy o ve a algún ciclo de cine indie en la Filmoteca, yo que sé.

¿OK, Boomer?