OCHO CANCIONES

No se puede resumir la vida, siquiera la vida musical de uno, en solo cinco o diez canciones. Todos tenemos un pequeño rincón en nuestra cabeza en el que un centenar de piezas musicales, quizás incluso más, nos remiten a épocas felices y épocas desgraciadas de nuestra existencia. Canciones que nos marcaron y que aún hoy en día poseen una enorme carga emotiva que hace que no podamos escucharlas sin revivir aquellas experiencias. Pero hoy el post no va de eso.

Hoy el post va de ocho canciones que cambiaron mi rumbo personal, en un sentido u otro. Canciones que marcaron mi adolescencia: si, como decía Proust, la verdadera patria de una persona es su infancia, estas canciones trazan un mapa de mi infancia musical, que en mi caso coincidió con mi entrada en la pubertad. Son ocho porque son ocho. Habría podido forzar dos más en la lista para dar con un número redondo, pero no hubiera podido quitar tres, eso seguro. Además, es mi blog y hago lo que me da la gana.

1.- Stray Cats: Runaway Boys

Así sonó mi adolescencia: con el contrabajo de Lee Rocker y la semibatería de Slim Jim Phantom perfectamente engrasados en un ritmo infernal, de los que te pillan por los pies y ya no te dejan hasta el final. Si no me equivoco fue el primer éxito de la banda. Para mí sigue siendo su mejor canción, más allá de consideraciones emotivas. Escuchad esa guitarra: Brian Setzer nunca prometió ser una estrella de las seis cuerdas: lo fue desde el primer momento.

2.- The Clash: I Fought the Law

Recuerdo el momento como si lo viviera aún mismo. Estaba dando vueltas por el comedor de casa haciendo algo y en la tele comenzó a sonar esta canción. Me quedé paralizado como un cervatillo ante los faros de un coche. Atrapado. Electrizado. No había nada en ella que no me pareciera absolutamente increíble. Aún hoy en día me parece sublime, aunque canciones como London Calling o Guns of Brixton sean comparativamente mucho más redondas que esta versión de la canción original de The Crickets. Nacía mi particular idilio con Strummer, Simonon, Jones y Topper Headon, que hasta ahora nunca se ha visto interrumpido, ni siquiera por el deleznable Cut the Crap.

3.- Madness: House of Fun

Los que en los 80 y 90 vivíamos en Catalunya tuvimos la inmensa suerte de que alguien en el ente televisivo autonómico estaba prendado de las series inglesas. Gracias a eso pudimos conocer joyas como The Black Adder, The Singing Detective (o virtualmente toda la producción del genial Dennis Potter) o esta irreverente comedia, The Young Ones, en la que se consagrarían nombres a posteriori tan importantes en la interpretación británica como Rik Mayall o Ade Edmonson. En algún momento de cada absurdo episodio tocaba alguna banda de aquella era inmortal del pop británico. Yo solo recuerdo tres canciones: Come on Eileen, de Dexys Midnight Runners, y las dos veces que tocó Madness. Aunque ya se habían alejado del ska original de sus dos primeros discos, Absolutely y One Step Beyond, yo no sabía nada de ellos hasta que los vi en TV. Y me quedé absolutamente prendado. Aún son, hoy en día, una de mis bandas favoritas, y una de las que más discos poseo, entre vinilos, Cds y digitales.

4.- The Cramps: Bikini Girls with Machine Guns

Conocí The Cramps gracias a mi hermana, que siempre ha sido más lista y más ecléctica (va unido) en sus gustos musicales que yo, que tiendo a la repetición paleta. Desde A Date With Elvis, el primer vinilo que tuvo de ellos, se convirtió en nuestro secreto inconfesable. The Cramps hizo más por la unión fraternal que cualquier otro elemento. Este fue el primer videoclip que vimos de ellos (y, si no me equivoco, el primero que grabaron). Posteriormente los veríamos en directo, en dos de los mejores conciertos que yo recuerde. Si se supone que el rock’n’roll ha de ser lúbrico y peligroso (no en vano es hijo del blues)… esta es LA banda.

5.- Tom Waits: Tom Traubert’s Blues
Podía haber sido otra canción: Ruby’s Arms, por ejemplo, o Lookin’ for the Heart of Saturday Night. Pero esta historia de vejez, tristeza y desesperación, cantada con la visceralidad controlada de Waits, me deja KO cada vez que suena. No fue lo primero que escuché de Tom Waits (creo recordar que fue alguna canción de Blue Valentines) ni lo primero que compré de él (una edición en vinilo de Frank’s Wild Years que guardo como si fuese de oro) pero es, desde luego, la que más profundo me ha llegado.

6.- Janis Joplin: A Woman Left Lonely

Una noche, tendría unos 17 o 18 años, estábamos Carlos y yo repantigados en el sofá de su casa tras la fuente de espaguetis obligatoria tras el ensayo de cada sábado, con la tele puesta. No recuerdo, sinceramente, qué ponían, pero de repente comenzó a sonar esta canción. Nos quedamos boquiabiertos, traspasados. Creo que al día siguiente empezamos a investigar tanto como pudimos (era una época sin internet, mind you) acerca de Janis. Además de ser un episodio trascendente en nuestra juventud, fue el primer clavo en el ataúd de nuestro proyecto musical. Es lo que pasa cuando te enfrentas a la perfección total: que te das cuenta de tus numerosísimas carencias.

7.- David Bowie: Heroes

La historia va así: había oído a mi primo pontificar acerca de la santidad de Heroes, de Bowie. Yo ya había oído a Bowie. Uno de mis mejores amigos, Mariano, no paraba de poner en su equipo la cinta de Never Let Me Down, un disco menor de Bowie que lo llevaba loco. En ese disco había una canción llamada Zeroes. Y estaba bien. Nada más. Por eso no veía la razón de la locura de mi primo. ¿Estamos? Confundí Zeroes con Heroes. Hasta que un día por la radio sonó Heroes, claro, y me voló la cabeza. La historia desesperada de dos personas que buscan huir del infierno de la RDA, el ritmo pesado, la guitarra de Robert Fripp… no hay nada en esta canción que no sea arrebatador.

8.- Miles Davis: It never entered my mind

Para ser sinceros, soy muy malo como fan del jazz. Para empezar, apenas sé nada de teoría musical, y a estas alturas me resulta ya tarde y pesado ponerme a estudiarla. Quizás debido a esta burrez crónica con el género, me gustan tipos muy determinados de jazz, contradictorios e incongruentes. Me vuelven loco los clásicos de la era Dixie; me encanta el be-bop y también las divagaciones de Charles Mingus, Thelonious Monk y Coltrane. Y poco más. Nada del jazz actual me atrae, y conste que lo he intentado.

Bueno, y luego está el jazz que directamente me vuela la cabeza: llámalo Blue Note, Cool Jazz o West Coast. Lo que hacían Miles por la costa este y Stan Getz y Chet Baker por California. It never entered my mind puede que no tenga el efecto hipnótico, circular, de Round About Midnight, especialmente la versión con Trane y Miles en directo. Pero tiene algo que no sé definir, algo que me invade por dentro y me coloca en un plano espiritual diferente. Una droga dura de la que es mejor no abusar. Con este tema se cierra un capítulo de mi vida y empieza otro.

Publicado por

taodelsurfing

Traductor. Escritor. Surfista cuando puedo. Loco por el cine, la ciencia ficción, las ballenas, las tablas setenteras, el Rock'n'Roll y el curry (no por ese orden).

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