Mucho antes de que se pusiera de moda entre los famosos y sus falsos “robados en las playas”, el surfing atraía a personajes célebres y espíritus aventureros. Eran los años en que el surfing salía del armario al que lo habían confinado las estrictas reglas morales puritanas y se mostraba como una curiosa costumbre polinesia que, sin embargo, el hombre blanco podía llegar a dominar. Estas son las historias de algunos de esos personajes.
Mark Twain (Hawái, 1866)
El famoso autor de Huckeberry Finn o Las aventuras de Tom Sawyer visitó el archipiélago de Hawái en 1866, recién acabada la Guerra de Secesión (en la que había sido declarado desertor por ambos bandos). Cuando vio a los nativos surfear alucinó en colores y, cómo no, quiso probarlo… Él mismo lo cuenta en Roughing it, una comedia publicada al año siguiente. Aquí el enlace a una excelente traducción.
Jack London surfeando en Waikiki, 1907
Jack London (Hawaii 1907)
Ya hemos hablado antes de London. Es un personaje controvertido y extraño, muy similar a Twain en muchos aspectos (sus tendencias socialistas, su visión del mundo adelantada a su época, su ansia de aventura…)
En 1907 London gastó parte de sus ganancias obtenidas con La llamada de la selva en un barco con el que navegó, junto a su esposa Charmian Kittregde, hasta Hawái. En Waikiki conoció a dos occidentales que serían clave en su vida: Alexander Hume Ford y George Freeth, quienes lo introdujeron en el surfing. London se convirtió en un ávido surfista, y junto a Ford y Freeth contribuyó al renacer del surfing en el archipiélago gracias a su libro de memorias El crucero del Snark (1911) y concretamente a su capítulo “Surfing: un deporte de reyes”.
“¡Oh, el delicioso momento en que sentí como esa rompiente me abrazaba y me llevaba! Avancé a toda velocidad cincuenta metros hasta que me depositó suavemente en la arena. Desde ese momento me vi atrapado.” Jack London
Eduardo VIII (Waikiki, 1920)
Eduardo VIII es famoso por ser uno de los escasos monarcas europeos en abdicar. Lo hizo, menos de un año después de ser coronado, para casarse con la estadounidense Wallis Simpson, que estaba divorciada, algo que estaba totalmente en contra de las enseñanzas de la Inglesia Anglicana (de la que, como monarca, era jefe titular). También tuvieron mucho que ver sus simpatías hacia el III Reich.
Eduardo, el príncipe heredero, girando en una olita hawaiana
La otra razón de su fama es que fue el primer monarca europeo en surfear. En 1920 dirigió su yate HMS Renown hacia Hawái y tomó clases ni más ni menos que con Duke Kahanamoku. Se enganchó de inmediato, y unos días más tarde hacía anclar el barco en la costa de Waikiki para dedicarse a surfear durante cuatro días acompañado por Louis Mountbatten y los sobrinos de Kahanamoku. Sus fotos cabalgando las olas aparecieron por toda la prensa occidental y dieron el aldabonazo final a la concepción del surf como algo pagano, vergonzoso o vetado a los occidentales.
Agatha Christie posa junto a una tabla en 1922
Agatha Christie (Muizenberg y Waikiki, 1922)
La autora de las novelas de Miss Marple y de Hercule Poirot tuvo una de las vidas más maravillosas y llenas de aventuras que uno pueda imaginar. Para empezar creció convencida de que su madre era una médium, y sus padres, espiritistas, le inculcaron el amor a los libros. En vísperas de la primera guerra mundial se casó con el aviador Archibald Christie y sirvió como enfermera durante toda la guerra. Tras el armisticio se estableció brevemente en Torquay con su marido y tuvo una hija, al tiempo que comenzaba su carrera como escritora.
La escritora británica, en una instantánea, entrando al mar
En 1922 nombraron a Archibald promotor internacional de la Exhibición Imperial Británica, por lo que viajó con Agatha a Sudáfrica. En las tranquilas olas de Muizenberg el matrimonio aprendió a surfear estirado, con correolas (bellysurfing). Semanas más tarde se desplazaron a Waikiki, Hawái, donde ambos aprendieron a surfear de pie. Agatha se convirtió en una consumada surfista, mucho mejor que su marido, y dedicó varias páginas de sus memorias a celebrar la alegría que descubrió entre las olas. Su vida posterior es aún más apasionante: podéis leerla aquí.
Mítica foto del dramaturgo británico, con su correolas, en 1931
George Bernard Shaw (Muizenberg, 1931)
En 1931 el dramaturgo y escritor George Bernard Shaw era ya una figura establecida del mundo de las letras y de la política británica. Había publicado y estrenado las obras de teatro Hombre y superhombre (1902), Pigmalión (1912) y Santa Juana (1923) y en 1925 había recibido el premio Nobel de Literatura. Durante la primera guerra mundial pasó de condenar a todos los bandos por igual (era un socialista convencido) a apoyar tibiamente a los Aliados. Algo similar ocurrió con la independencia de Irlanda.
Con 75 años de edad, Shaw y su mujer, Charlotte, viajaron a la Unión Sudafricana. Durante el viaje hizo numerosas declaraciones contra el apartheid y aprendió a surfear en correolas en la playa de Muizenberg. Los diarios no salían de su asombro y hasta publicaron en una página la serie de fotografías, que se haría famosa.
La prensa de la época popularizó el bautismo de surf de Shaw
Marilyn Monroe (1947, Santa Cruz)
Marilyn acababa de nacer. Hasta aquel mismo año había sido sencillamente Norma Jean, una chica pelirroja con muchas ganas de triunfar en Hollywood y un cociente intelectual fuera de lo normal. Pasaba los días trabajando y estudiando arte dramático (ya había tenido papeles menores en algunas películas) y las tardes y fines de semana en la playa de Santa Cruz.
Una Marilyn ya famosa posa con una tabla en California
Allí conoció a Tommy Zahn, un apuesto local por el que suspiraba Darrilyn Zanuck, la hija (surfista) del magnate de la Fox Darryl Zanuck. Zahn, un surfista de lo más granado, había creado junto a Joe Quigg una tabla mítica por encargo de la joven Zanuck, que no quería surfear “como las chicas” (es decir, en tándem) sino como ellos.
Otra foto de la sesión de Marilyn con una antigua paddleboard
Zahn había sido contratado como instructor de surf y como extra en nómina por la Fox a instancias de Darrilyn, y los Zanuck lo consideraban un serio pretendiente a matrimonio. Entonces apareció Marilyn y cruzó su mirada con Zahn y todo se fue al traste: ambos acabarían despedidos de la Fox. Zahn seguiría surfeando y creando tablas junto a Quigg y Bob Simmons; Marilyn se convertiría en leyenda, y Darrilyn surfearía su legendaria tabla: una de las primeras chicas de la época en lanzarse a por olas serias, como los hombres. Años más tarde se estrenaría una película parcialmente inspirada en ella. El título: Gigdet. Y el surf nunca volvería a ser el mismo.
Marilyn (arriba a la izquierda) en una fiesta de surfistas a finales de los 1940