Continúo esta sección del blog que se corresponderá, cada quince días, con su correspondiente sección en el Speakeasy, el rincón dedicado al jazz del programa Roadrunner. Os sugiero que escuchéis el audio aquí al tiempo que ampliáis información con este texto. Espero que lo disfrutéis.
No hace muchos programas escuchábamos la versión que Los Gritos hicieron de Tuset Street, el tema principal de la banda sonora de la película homónima.
El largometraje, estrenado en 1968, celebraba el ambiente de una Barcelona moderna y progresista, paradójicamente vinculada a la alta burguesía, que se reunía en los garitos de moda de la calle barcelonesa Tuset y sus zonas aledañas.
Paradójicamente, alego, dado que la mayoría de sus exponentes apoyaban o directamente formaban parte del clandestino Partido Socialista Unificado de Catalunya (PSUC, de tendencia comunista), y no pocos de ellos (Terenci Moix, Teresa Gimpera, Leopoldo Pomés, Jorge Herralde, José Agustín Goytisolo, Rosa Regàs…) conformaban la llamada Gauche Divine, versión catalana de la Izquierda Exquisita que tan perfectamente retrataba Tom Wolfe.
Al estilo de la Carnaby Street londinense, la zona reunía, desde mediados de los 1960, a la flor y nata de la creatividad catalana: agencias publicitarias como Tiempo, publicaciones como Tele/Estel, tiendas con la moda masculina y femenina de vanguardia y locales como la mítica Cova del Drac o el Boccaccio: en apenas unos centenares de metros confluían pop art, diseño, jazz y soul. Tal vez el símbolo definitivo de aquella época sea la tortillería Flash-Flash, inaugurada en 1970, y que aún hoy en día es exponente de lo mejor que hubo en Barcelona.
Volviendo a la película, que narra una imposible historia de amor atravesada por conflictos de clase, de raza y generación, incluía una magnífica banda sonora de Augusto Algueró, que reflejaba las inquietudes de una época y un lugar. Hoy deseo subrayar, de esta banda sonora, una pieza mayúscula: Boccaccio Soul, un tema en la línea Soul-Jazz que respira rythm’n’blues, Easy Listening y pop efervescente y alocado a partes iguales.
Un pedazo de historia del modernismo catalán por el que no ha pasado el tiempo, y que se mantiene tan trepidante, fresco y juguetón como cuando se estrenó.
Bienvenidos al Speakeasy.