No one surfs forever.
ACTO I
Exterior. Barcelona, frente al MACBA. La mesa de una terraza. Sentados a ella, Willy Uribe, leyenda del surfing, escritor, fotógrafo y poeta, y yo, traductor, surfista de nivel medio-bajo y autor de este blog. Ante ellos, dos cañas de cerveza “tamaño guiri” y los cadáveres de dos cañas previas (quizá más).
WILLY: No hay problema, tú pásame las preguntas, pero ¿de qué va el tema?
YO: ¿Te acuerdas de la famosa frase de Bear en Big Wednesday?
WILLY: “Nadie surfea para siempre”.
YO: Pues irá de eso. De gente, amigos y conocidos, que por alguna razón dejaron de surfear. Como tú.
WILLY: Pero yo no lo he dejado.
YO: ¿En serio? ¿Cuántas veces has entrado este año?
WILLY: Oye, que aún tengo mi diez pies en Bilbao. Lo que pasa es que con este ojo casi no veo y soy un puto peligro, así que solo entro cuando no hay casi nadie, y cuanto peor la ola, pues mejor.
YO: ¿Cuántas veces?
WILLY: Eres un cabrón a veces, ¿eh?
ACTO II
Entra Miguel Ángel. Responde a estas preguntas.
¿Cuándo comenzaste a surfear? ¿Dónde? Agosto 2005, Lanzarote
¿Qué nivel dirías que adquiriste? Medio
¿Cuándo lo dejaste? ¿Fue de repente? Otoño del 2013, fue en cuestión de un par de meses
¿Por qué lo dejaste? Imagino que por tiempo disponible; era de los que salía a las 7 de la mañana y nos íbamos para el Maresme y buscando, buscando, acabábamos en Sitges. Muchos días sin llegar incluso a entrar. Esto me desgastó un poco, muchas horas perdidas algunos días, para luego nada. Y al nacer mi primer hijo me frenó bastante.
¿Lo echas de menos? ¡¡¡¡¡Mucho!!!!!
¿Crees que volverás algún día? Yo creo y deseo que sí, volver con las mismas ganas que tenia. Y disfrutar de todos esos momentos que el mar te da. Y encontrarme otra vez en el agua con mucha gente conocida.
Pues a mí, el surf, me dio mucho personalmente. Era entrar en el agua y desconectar de todo y disfrutar. Empecé con una evolutiva 7.0 pero rápido me di cuenta de que me llamaba mucho el longboard, y me cogí un 9.0 perfecto para el Mediterráneo. Luego, para mí, “Surfcatalunya” fue conocer prácticamente a una familia: quedadas, barbacoas, viajes…
Espero volver a vernos pronto en el agua.
(Entra Maru, mi prima. También responde a mis preguntas)
¿Cuándo comenzaste a surfear? ¿Dónde? He iniciado mi primer experiencia en el surf en el año 2008 en Tenerife, junto a un grupo de amigos surfistas me incentivaron a animarme a practicar el deporte. Fue un viaje de ida, la verdad que me encanto y así me enamore del surf, compre mi primer tabla y me animé. Era bastante difícil para mi ser constante con las practicas porque trabajaba bastante durante el día como socorrista y horas extras en algún bar, pero los días libres siempre bajaba al mar a estar allí dentro a iniciarme con los primeros pasos. Mis colegas y amigos del surf fueron muy solidarios y me ayudaron mucho en ese momento. La verdad que mas allá del ambiente machista que se caracteriza, en mi caso no viví en ese entonces malos tratos.
¿Qué nivel dirías que adquiriste? El nivel que adquirí como decimos en mi país, a los principiantes del surf es el nivel Cornalo, jaja… la verdad no puedo calificar mi nivel mas que de inicial y no me puedo considerar una surfista, ya que el progreso de mi nivel se veía entrecortado viajando de un lugar a otro y muchas más horas trabajando y menos espacio para el deporte. Toda mi vida fui dedicada a los deportes y me resultan muy fácil aprenderlos, pero tengo que decir que el surf es uno de los deportes más difíciles que he practicado y muchas veces me he frustrado. Pero también he tenido mis pequeños logros, que los llevo guardados en mi memoria y en esa libertad que se siente al bajar una ola.
¿Cuándo lo dejaste? ¿Fue de repente? El surf entraba y salía de mi vida por temporadas. Al vivir de un charco al otro, de un lado del mundo al otro por el trabajo de socorrista, me animaba cada vez más a experimentar en el Atlántico Sur y en el Mediterráneo. Mis mejores avances fueron en mi país, en Villa Gesell y Mar del Plata, donde los swells eran más seguidos, por el tipo de mar, y los días de practica eran más intensos. Me alejé del surf y del mar de repente en 2013 cuando decidí irme a vivir a las sierras de Córdoba donde no hay mar. El verdadero amor a mi compañero y a cumplir el sueño de tener una familia era algo pendiente en mi vida. Y fui a cumplir el sueño pendiente.
¿Por qué lo dejaste? Dejé de surfear porque me fui vivir a 1.200 km del mar y no siempre es tan fácil llegar a las olas, jeje. Los veranos me reencuentro con mi tabla y mis amigos en el mar de Mar del Plata o Villa Gesell, donde me animo a intentar aunque no siempre con los mejores resultados, pero lo que se aprende no se olvida y es siempre emocionante entrar con la tabla a jugar un rato.
¿Lo echas de menos? Es una de las cosas que mas hecho de menos en mi actual vida de madre, y viviendo en las sierras, donde el único contacto que tengo con el agua es el río y dar clases de natación en la piscina del club. Lo más loco es que en un principio fue muy fuerte el cambio y la vida nos pone en situaciones donde uno debe aprender a transformarse, a transitar por esos lugares que jamas hubiésemos imaginado. Y en los sueños aparece siempre ese azul marino, ese verde espumoso, los sentimientos mas puros de fuerza y libertad que nos da el mar. ¿Si lo extraño? ¡¡¡Sí, lo extraño a saco!!!
¿Crees que volverás algún día? Vuelvo en cada vacaciones de verano, vuelvo al mar, a veces en invierno también me acerco solo a contemplarlo a escuchar su sonido, a ver a los surfistas en el point bajando olas, quedándome allí contemplando esas maniobras y disfrutando de ver el deporte mas lindo del mundo. Por supuesto acompañada de un rico mate.
(Entra Aramys, que también se somete al interrogatorio)
¿Cuándo comenzaste a surfear? ¿Dónde? Empecé en Masnou, como muchísimos en aquella época, delante del chiringuito y rondando las playas cercanas, pero mi primer baño, el bautizo, fue en un espigón, no recuerdo si el de Mataró o el de Alella, el del club náutico, con un temporal importante y buenas olas, con una tabla prestada y cero conocimientos. Saltamos desde el espigón un amigo y yo, el ya llevaba tiempo y me lio ese día para acompañarlo, neopreno prestado, un pincho bajo el brazo, nada podía salir mal. Ya sabéis de que va; casi nos rompemos la crisma saltando desde las rocas, no pillamos una ola, el mar estaba roto y tocadísimo por el viento y la corriente se nos llevó. Nada que no se repitiera muchas otras veces, pero ese día estaba acojonado y pensaba que palmaba. Eso fue un invierno del 97, repetí unas cuantas veces más…
¿Qué nivel dirías que adquiriste? Pésimo, estilo cruasán, me ponía de pie una de cada diez, pero lo combinaba con el bodyboard cuando el mar estaba grande y me quitaba la frustración. Como surfista de tabla corta no tengo futuro ninguno, soy absolutamente patoso.
¿Cuándo lo dejaste? ¿Fue de repente? Lo dejé en el 2010 y no lo dejé de repente, pero tampoco progresivo: finalizó el invierno y después del verano…
¿Por qué lo dejaste? Lo dejé al poco de nacer mi primer hijo. Con los meses, pasarse tantas horas fuera de casa buscando buenas olas, gastando un dineral en gasolina y aguantar mi mal humor me pareció injusto para mi pareja. ¡En esa época no existía Whatsapp, ni Twitter! Había que chupar carretera y gastar algún SMS, era todo muy diferente… ¡Soy un auténtico abuelo!
¿Lo echas de menos? Muchísimo, muchísimo, mucho, cada puto día.
¿Crees que volverás algún día? Seguro, no tengo duda, en cuanto mis hijos sean un poco independientes (¡ahora tengo dos!) me pillare un tablón y me dedicare a remojar el culo y mirar al horizonte esperando mi gran ola. No, en serio, pienso pillarme un tablón y enfrentarme a los millennials con tupé desde mi altar de la experiencia.
Para mí, surfear, y aquí vamos a coincidir unos cuantos, no era solo el hecho de pillar olas, pesaba más toda la liturgia pre y post baño, las amistades, los viajes, las barbacoas, las esperas, todo…conservo un montón de amistades de aquella época y algún incauto que atraje a este lado como hicieron conmigo, ahí sigue. Rememorar los viajes a Zarautz, a Bakio, a Biarritz, a Hossegor con las furgonetas y los coches llenos a reventar de tablas, los baños difíciles, los días de plato… Todo eso me sigue dando vida y me recuerda que antes de ser un cuarentón gruñón y pesimista, era un tío con pelo y mucho mejor humor.
ACTO III
Interior. Dormitorio. Un tipo durmiendo boca abajo, con baba cayendo de la comisura de la boca. Pelo despeinado como un hombre lobo. Junto a la cama, una mesita de noche y encima de ella, un teléfono móvil que de repente se ilumina y emite un sonoro “bling”.
El tipo se sobresalta y coge el teléfono. Mira el mensaje que le acaba de llegar por Whatsapp.
WILLY: Oye. Lo siento. No he dejado el surf. Nunca lo haré. Va conmigo: un viejo amigo.
Cae el telón, o se apagan las luces, o lo que sea.