Adiós a las redes

Hace demasiado tiempo que no actualizo este blog. Esto va a cambiar, y por muchas razones. La principal es esta: abandono las redes sociales.

Vale, de acuerdo, este blog es, en sí, una red social, de modo que, stricto sensu, lo que he dicho es una contradicción. Pero vamos, ya me habéis entendido.

Abandono Facebook, abandono Instagram. Diría que abandono Meta, pero de momento Whatsapp se queda. De momento, digo. Y este blog, claro. Este blog será mi pequeña ventana al mundo.

¿Por qué?

La más razón más importante es recuperar la cordura. Las redes sociales no son la realidad. En realidad forman parte de un proyecto tardocapitalista ya denunciado por la Internacional Situacionista y por Guy Débord en los años 60: un proyecto de sustitución de una realidad por otra. Las redes sociales conforman una realidad paralela, una metarrealidad (¿veis ahora por qué el nombre de la empresa, Meta, no es casual?) en la que hacer que la clase trabajadora resida, radique y pase su tiempo vital.

No es que hagan esto porque son muy malísimos. Bueno, sí. Pero sus razones son diferentes, son totalmente capitalistas: el mundo real, el tangible, resulta excesivamente satisfactorio. Tiene cosas que hacer, gente que conocer, comunidades que formar, grupos a los que pertenecer.

Y eso no puede ser. El capitalismo no nos quiere en comunidades, sino aislados, debilitados, convertidos en consumidores pasivos.

El teléfono móvil y las redes sociales han sido diseñados, y son perfeccionados a diario, para tenernos sometidos. Son mucho más poderosos que la heroína, y ningún colectivo se salva de su influencia. Juntos, conforman la peor droga jamás inventada y liberada sobre la especie humana. Y, si nada cambia en las próximas décadas, acabarán provocando su final. Marx advirtió hace tiempo de que en su fase final, la lógica cortoplacista capitalista acabaría destruyendo incluso las democracias liberales y el medio ambiente, porque es incapaz de renunciar al beneficio inmediato, incluso si implica su destrucción a medio plazo. Las redes sociales responden a esa misma lógica extractiva y parasitaria.

Pero me voy de la explicación, doy tumbos, no acabo de hilar toda la explicación. Decía: recuperar la cordura. Recuperar la cordura es también ser capaz de enfocarme en un libro, de principio a fin. De ver una película sin estar dando ojeadas constantes al teléfono. En resumen, de recuperar la atención.

Nada es gratis

Una de las características de lo que Giannis Varoufakis denomina tecnofeudalismo radica en la naturaleza presuntamente gratuita de casi todo lo que consumimos digitalmente. ¿Google, el buscador más grande de todos? Gratuito. ¿Navegadores como Chrome o Firefox? Gratuitos. ¿Cuentas en las redes sociales? Gratuitas. Cuando digo presuntamente gratuito, subrayo el presuntamente. Porque en todos estos casos estamos pagando la factura sin darnos cuenta: con nuestros datos personales, pero sobre todo con nuestra atención. La intensa perversidad de las redes sociales se manifiesta, sobre todo, en su formato, calcado del de las máquinas tragaperras de los casinos: el scroll constante y eterno, generador a partes iguales de dopamina y tristeza. A esto se lo ha denominado economía de la atención, y os recomiendo seriamente que echéis un vistazo a los enlaces que pondré bajo este escrito.

Me voy porque estoy harto de perder mi tiempo, mi atención, mi centro, en una realidad que no es real, sino metarreal, y que ha sido creada para someternos y tenernos entretenidos y aislados.

Me voy para poder vivir sin sentir rabia, ira, indignación y tristeza constantes. No  renuncio a saber lo que sucede en el mundo. Pero renuncio a que las redes sociales hagan de mí un pozo de ira negra y profunda. Sencillamente, yo no soy ese.

Tecnofeudalismo y RRSS

Otra razón importante para irme de las RRSS: no darles dinero a mis enemigos de clase. Meta (Zuckerberg & Co.) forman parte esencial del entramado tecnofascista empeñado en crear un tecnofeudalismo basado en la vigilancia ubicua. Sus tecnologías han apuntado, desde hace décadas, en esa dirección. ¿Esas modas de “cómo me veré de anciano?” “¿Cuál es mi versión Studio Ghibli?” Lamento decíroslo, pero estabais educando a una IA dedicada al reconocimiento facial, que ya se está aplicando en cámaras en la calle en países como China, Estados Unidos y Serbia.

En gran parte, el triunfo del tecnofascismo es que incluso su enemigo utiliza sus herramientas. Yo he decidido abandonarlas, al menos tanto como me resulte posible.

Forma parte de un plan a mayor escala para reducir mi dependencia de las grandes empresas de la oligarquía tecnofascista. La primera en caer fue Google. Su buscador ya no figura en ninguno de mis navegadores ni en mi teléfono, sustituido por Duck Duck Go! Y por Ecosia. La siguiente en saltar fue Spotify, al saberse sus vínculos con el genocidio que está cometiendo Israel. Y decidí no sustituirla por nada. Me gusta la música, de modo que la escucho en formato físico; si me recomiendan o descubro música nueva, es gracias a amigos, a gente de tiendas especializadas o al magnífico programa de radio de Manolo Ojea, Roadrunner.

Más: en cuanto mi agenda laboral me lo permita, eliminaré Windows de mi ordenador y regresaré gozoso a Linux, de donde nunca debía haber salido. Concretamente instalaré Mint, una compilación basada en Ubuntu que funciona, según todo el mundo, mil veces mejor que nada que Microsoft pueda o quiera ofrecer.

Del mismo modo he ido abandonando, gradualmente, plataformas de contenido, hasta quedarme (de momento) solo con Filmin. He redescubierto el placer de ver películas enteras, e incluso series de películas, gracias al viejo y confiable Transmission Torrent y a archive.org, un tesoro de cultura popular libre de copyright.

Un adiós a medio plazo

En definitiva: que si estás leyendo esto, has de saber que me largo de las redes sociales, y que no pienso instalarlas nuevamente, ni instalar otras nuevas. ¿Perderemos entonces contacto? ¿Qué pasará con todas esas personas con las que tan solo me relaciono a través de esas redes?

La idea es desparecer en enero de 2026. Año nuevo, vida nueva. Hay todo ese tiempo para escribirme un mensaje directo en cualquiera de las redes y pedirme el teléfono o whatsapp. Si pasado ese tiempo no has querido hacerlo, entenderé que tampoco había tanto interés en mantener ese contacto. Esa es otra realidad perversa de las redes sociales: hay contactos personales que no es necesario, ni bueno, ni lógico, ni sano mantener artificialmente. No pasa nada. Absolutamente nada. Como no ceso de repetir, la vida de verdad se encuentra más allá de la pantalla.

Seguiré publicando, además, en este blog. Es algo que me realiza, que me encanta, que no depende de likes ni de opiniones, y que seguiré haciendo incluso si nadie, absolutamente nadie, me lee. Y es posible que, si realmente te interesa, te suscribas o me pidas que te añada a la lista de correo a la que enviaré el enlace a lo que vaya poniendo por aquí.

Y ya está. La vida es demasiado bella y demasiado corta como para desperdiciarla detrás de una pantalla. Y el planeta es enorme, y está lleno de aventuras que vivir, de personas que conocer, de lugares que visitar y de olas que surfear.

Salgamos y conectemos con ellos.

Recursos interesantes:

Este vídeo sobre abandonar el Grand Guignol de las Redes Sociales. Está en inglés, pero vale cada segundo de su duración.

La sociedad del espectáculo, Guy Débord. Un análisis corto pero demoledor sobre lo que iba a ser el futuro, y es nuestro presente.

Tecnofeudalismo, Gianis Varoufakis. Reseña del libro y breve resumen de sus ideas principales.

Economía de la atención. Artículo en Wikipedia. Véase también esta entrada.

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taodelsurfing

Traductor. Escritor. Surfista cuando puedo. Loco por la literatura, el cine y el jazz.

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