No hay logros permanentes. No hay derechos asentados. Todo avance está permanentemente expuesto a peligros, retrocesos y desaparición. Esta es, ante todo, la realidad definitiva de nuestro sistema económico. Sobre todo si de ella se desprende algún beneficio económico para las élites, sea legal o no lo sea. Se llama “capitalismo”.
La desregulación tiene consecuencias. Cuando el estado se desentiende de sus obligaciones (lo único que justifica su existencia) lo que aflora, mal que nos pese a los anarquistas, es la delincuencia. Y ninguna delincuencia es tan capitalista como el timo.