IDIOTAS Y MALNACIDOS

La palabra “idiota” procede del griego ιδιωτης (idiotes), que significa “propio”, “referente a sí mismo”. En la antigua Grecia era como se denominaba, despectivamente, a aquellos ciudadanos que escogían no tomar parte en los asuntos de gestión comunitaria de la polis, es decir, en la política. El idiota era el que solo pensaba en sí mismo, el que se anteponía a la comunidad, a la polis.

Dicho esto, podría acabar aquí esta entrada; estamos rodeados de idiotas. Pero quiero explayarme un poco.

La idiotez, así, etimológicamente, esta manía de querer pasar por encima de la comunidad, tiene una ideología política, que es el ultraliberalismo. Si en el liberalismo clásico, digamos el de Adam Smith o David Ricardo, se buscaba un equilibrio entre la libertad individual y el bienestar comunitario, en el ultraliberalismo, obra colectiva procedente de la Escuela de Chicago, pero claramente influida por Friedrich Hayek, se decidió que la comunidad era un estorbo que impedía a capitalistas y rentistas explotar a gusto al proletariado y se la dio por finiquitada.

Esa es la ideología que defiende Vox, que defiende Ciudadanos, que defiende el PP. Es la ideología que acecha detrás de cada comentario de «todos los políticos son unos ladrones». Porque al idiota le repele la polis, y la política. Es la ideología que subyace tras la Revolución de los Cayetanos, con sus mechas rubias, sus bolsos Louis Vuitton y sus banderas con el pollo convenientemente enrolladas protestando en el barrio de Salamanca. Es la ideología que hay detrás de cada cuñao que cree que su libertad para ejercer privilegios va por delante de la seguridad de todos los demás, que somos unos gilipollas y estamos “domados” por el gobierno.

He visto idiotas, en un foro de surf latinoamericano, emplear frases de Gandhi para justificar su pataleta por no poder ir a surfear (¡de Gandhi, que simpatizara con el anarquismo de Tólstoi!) Si lo miras bien, no está muy lejos del imbécil que golpea señales de tránsito con sus palos de golf. Lo raro es que no usaran frases de Ayn Rand, santa matrona de los sociópatas neoliberales y de los imbéciles que solo han leído un libro en su vida. Pero para eso deberían haber leído: hasta en los idiotas hay niveles. Latinoamérica, siempre patio trasero de EEUU, es aún un paraíso del clasismo, del racismo y del machismo. Toda ella. Incluso las naciones más supuestamente avanzadas, como la Argentina en la que nací.

Nadie está exento de decir y hacer idioteces. Yo he hecho unas cuantas a lo largo de esta crisis sanitaria. He hecho idioteces en el aspecto etimológico, es decir, he confundido privilegios con derechos; pero también he hecho, lisa y llanamente, imbecilidades. Nadie está a salvo. Pero sí que hay algo disponible para todo el mundo: la capacidad de reflexionar, darse cuenta de los propios errores y recoger cable.

No hacerlo es de cuñaos. Y los cuñaos son los idiotas perfectos: los egoístas que confunden sus privilegios con derechos. Y por eso son de derechas. Y por eso son machistas. Y por eso son racistas. Y por eso son la carne de cañón de la que se alimenta el fascismo, que es el brazo amenazador del ultraliberalismo. Los obreros de derechas: los idiotas. Por eso idiotas y malnacidos salen a protestar sin respetar las distancias de seguridad y con la banderita en la mano (la que no tienen tiesa, como la ponían sus papás y sus abuelos en la Plaza de Oriente).